domingo, 7 de julio de 2013

Propuesta de CONCIENCIA

Imaginemos que llegamos a concebir que, en efecto, cada uno de nosotros esté encerrado en una celda mental de una gran prisión. Una vez llegados a ese punto, sólo caben dos opciones: conformarnos con ello y condicionar nuestra mente y forma de vida para aceptarlo, o tratar de idear un proyecto realizable para tratar de romper esos límites, aunque nos vaya la vida en ello. Y puedo asegurar que, si se opta por esta segunda vía, nos tomará toda la vida realizarlo.

El primer paso que debe dar un individuo que busca despertar interiormente a la Vida y la Conciencia (ambas como manifestaciones de una filosofía elevada, evolutiva), es el del análisis del espacio en el que se encuentra, y que le sirve como marco de referencia. Un marco que no le satisface, que está en disonancia (antónimo de armonía) con su personal manera de entender y experimentar la vida.

Veamos qué elementos sugerimos para hacer una observación de uno mismo y del escenario:

La propuesta

Esta propuesta didáctica pretende aclarar nuestra mente, aprendiendo a distinguir entre realidad e irrealidad. Y que esa búsqueda, ese aprendizaje, propicie mejores condiciones para experimentar la naturaleza espiritual en el cuerpo-templo. Para ello, lógicamente, se precisa de una actitud determinada.

Denomino cuerpo-templo, a la parte física de nuestra esencia, de nuestro ser, que es evidente en este mundo material. Consecuencia inmediata de su integración en el orden establecido, el cuerpo no es templo de su ser mientras no reúna las condiciones para ello. Las condiciones se adquieren en la medida en que se realiza un descondicionamiento (a niveles mentales, emocionales y de comportamiento) respecto de la influencia que el orden establecido ha tenido sobre nosotros.

Sugerimos que el modo de acercarnos al estudio de la realidad sea prudente (con tiempo, sin precipitación), con ecuanimidad en cuanto a lo intuitivo y lo intelectual. Y, por último y no menos importante, con flexibilidad para aceptar que en el proceso de análisis, las conclusiones son siempre variables. La realidad es una sola, pero a nuestra capacidad de comprensión se le irá exigiendo que cada vez acepte una mayor complejidad.

Prudencia: Con permanente y paciente análisis (también respecto al exterior que nos rodea), en ardua labor de desprogramación, entendiendo que durante años se condicionó la mente con información que –sin filtrar- iba directamente al subconsciente. Las mentiras a las que hemos sido sometidos poseen muchas capas, y no podemos caer en el engaño de creer que la desprogramación mental que pretendemos es tarea sencilla y rápida. Estamos, si se me permite la analogía, en una carrera de fondo -de muy larga distancia-, y no en los ‘cien metros obstáculos’; lo esencial es la actitud en el recorrido, sin pensar en metas, menos aun inmediatas. Un detalle más: debe haber juego limpio, sin dopajes. Se entiende, pues, que el temperamento moderado con el que se observa y analiza la realidad es un elemento primordial.

Ecuanimidad: (Actitud equilibrada e imparcial) Entendiendo que el lenguaje del ser es intuitivo, figurado, simbólico, formado por arquetipos. Ni una extrema lectura literal, ni una confianza extrema en la intuición, sino el punto medio. Una actitud que no nos permitirá juicios a quienes no participan de nuestra experiencia. Porque el Sistema de Control es enemigo del hombre y, por mucho que la inconsciencia pueda ir de la mano de la complicidad, este (el hombre) padece el Síndrome de Estocolmo que también nosotros hemos experimentado.

Flexibilidad: Que las conjeturas sobre la realidad en la que estamos no se conviertan en estáticos dogmas, ni conclusiones a las que nos aferramos ciegamente. Una hipótesis de trabajo debe servir para permanecer inmutables en nuestro objetivo (establecimiento del ser en su cuerpo-templo), pero los detalles es material móvil que deja tras de sí un reguero más de preguntas que de respuestas. En definitiva, la hipótesis de trabajo se mueve siempre en el punto medio, no dando nada por sentado o concluido.
El objetivo primordial, el centro de gravedad alrededor del cual gira esta propuesta, no fue el pasado año 2012 (repleto de múltiples interpretaciones sobre lo qué aconteció), sino la opresión actual a la que se ve sometida nuestra mente y, por ende, nuestra vida cotidiana. Como hemos expresado unas líneas atrás, el empeño inalterable es lograr el establecimiento, la presencia constante y continua, del ser que somos en su cuerpo-templo. Que al final resulta que, en los próximos años se producen cambios externos deseables, bien, mejor que mejor, pero ocurra lo que ocurra (ante un cambio o ante la continuidad), que en nosotros esté el ser en toda su plenitud. No es una mera cuestión de supervivencia ante un hipotético evento futuro, sino de dignidad, y salud mental y emocional ante el presente.

Si bien es cierto que hay un conjunto nutrido de elementos que nos pueden hacer pensar que estamos ante un cambio de paradigma, aun en otras circunstancias no excepcionales, el buscador tiene motivos más que suficientes que justifican y estimulan el viaje interior emprendido.

Esta propuesta está destinada a todo aquel individuo que comparte las dos premisas: la realidad no es tal como nos la han contado, y estamos viviendo un tiempo excepcional, de cambios, que exige de nosotros una participación más activa, propia de individuos emancipados. Indudablemente, en nuestra inactividad reside la causa de estos tiempos de consecuencias.

Cuando admitimos nuestra pasada complacencia con este orden establecido opresor, lo que inmediatamente encontramos es una encrucijada. Porque hay múltiples maneras, vías, para realizar esa participación más activa. Ante esa encrucijada, frente a ese variado cruce de caminos, esta propuesta se define con claridad como un sendero espiritual e individual.

Hay mucha gente que recién ha emprendido su individual sendero espiritual y, no obstante, no son conscientes de dónde están. En algunos casos, permanecen distraídos consumiendo información deliberadamente envenenada; se llega al erróneo extremo de creer que conocer cierta información es sinónimo de ejercitar la conciencia de ser. En otros casos, están enfocados a la espera de que el orden establecido caiga como un castillo de naipes. Ambas posibilidades los mantiene paralizados.
He aquí un breve cuento oriental, sobre la indecisión-indefinición, de la mano de Ramiro Calle:

Había una vez un río, y a cada lado, en cada orilla, un monasterio; ambos eran habitualmente visitados por un perro que se había ganado el cariño de los monjes. Al sonido de campana que anunciaba la hora de comer, el perro acudía a alimentarse. En una ocasión, mientras el can estaba dándose un chapuzón en medio del río, escuchó el tañido de campana de uno de los dos monasterios y, como era habitual, comenzó a dirigirse hacia donde lo alimentarían. En esto, simultáneamente, también empezó a sonar la campana del monasterio que estaba en la orilla contraria y el perro, indeciso sobre a cual orilla dirigirse, desorientado y cansado de moverse a uno y otro lado, perdió sus fuerzas y se ahogó en medio del río. Ocurrió que su indecisión, su indefinición sobre qué dirección debía tomar, la pagó cara. (El libro de la Paz, Ramiro Calle)

La observación del escenario-marco por parte del individuo que despierta a su vida interior, conduce a dos premisas:

Premisas que nos ayuden a situarnos en el escenario:

1-Aquello que llamamos ‘realidad’ no es tal. La realidad, lo que llamamos ‘realidad’, nos es desconocida. Lo que hemos definido como ‘realidad’ merece una serena y objetiva redefinición. Y aquellas partes desechadas (la oculta) de dicha definición, también merecen un estudio sereno y objetivo.
Aunque la cultura y la técnica humana hayan evolucionado durante los últimos milenios, la realidad es que el hombre no ha evolucionado, si por evolución entendemos a un avance en su entendimiento, su objetividad, su integración del ser en su experiencia terrenal. Marginada la espiritualidad gracias a la religiosidad grupal, se consolida un racionalismo (la realidad es racional, comprensible a través de la razón) y un materialismo (tendencia a dar importancia primordial a los intereses materiales) que se dan de bruces con sus propias limitaciones congénitas.

2-Estamos viviendo un tiempo excepcional, un período de cambios. Tal como el mundo funciona (piramidalmente), hemos de admitir que desconocemos la realidad de lo que sucede y se nos cuenta (servicios secretos, motivos ocultos, decisiones de las jerarquías, etc). El poder en la cima de la pirámide no alienta el pensamiento crítico, sino el conformismo.

Consecuencia de la percepción que muchas personas, alrededor del mundo, tienen de esos dos puntos, se están desarrollando diversos movimientos que tienen un punto en común: cambio. Eso se traduce en variaciones a la hora de concebir qué es la realidad. Y parece que con un elemento que también es universal, consistente en la desconfianza hacia todo lo establecido, ya sea en ámbitos económicos, políticos, sociales, científicos, religiosos y culturales.

Parece, pues, que todos esos movimientos tienen un objetivo común, consistente en cuestionar y subvertir la realidad aparente, tratando de hacerla más humana, justa, real, libre, etc.
Nuestra percepción nos hace ver que nunca antes han confluido tantos factores globales, tantos signos fatales, que nos hagan pensar que nos encontramos ante lo que popularmente se conoce como ‘Final de los Tiempos’ o cambio de era. Podría decirse que, si bien toda la historia humana está marcada por el término ‘conflicto’, nuestro tiempo lo está de forma más evidente. Así mismo, parece que los descontentos (que los ha habido siempre) han optado en esta ocasión por no plegarse a las vías habituales para expresarse y fortalecer sus demandas. Parecieran incómodos y desilusionados con esos medios ya establecidos, y se deciden por mantener una autonomía muy característica que, en realidad, es concomitante con la conciencia del ser.

No obstante, ante esa realidad cambiante a ritmos tan acelerados, tenemos la libertad de percibir que el proceso en que estamos inmersos no es tan catastrófico como a primera vista parece, sino que podemos observarlo desde la óptica de las oportunidades. Vivimos un tiempo de oportunidad para no aferrarnos a lo viejo conocido y emprender el paso hacia lo nuevo y desconocido.

Dicho esto, conviene matizar que, en tanto que las circunstancias externas son las que son, y que nuestra mente está profundamente condicionada (y atrofiadas nuestras capacidades originales) por el pensamiento ambiente y la cultura residual, hemos de partir de la base de que la realidad siempre nos será enteramente desconocida, al menos desde el prisma del cuerpo que nos permite movernos en esta densidad.

Todo esfuerzo por describir la realidad es insuficiente; se quedará en un ejercicio aproximativo, aunque resultará suficientemente práctico para desarrollar el objetivo primordial propuesto: reestructurar nuestra relación con la realidad de nuestro entorno, y propia, sobre los dictados del ser que somos. Se entenderá si digo que estamos tratando se describir cómo es un polígono en una hoja de papel, en un dibujo infantil de dos dimensiones.
Si hacemos ese esfuerzo por describir la realidad suprarracional con un máximo de objetividad, no es sino por lograr un modelo comprensivo y práctico que facilite la toma de decisiones encaminadas a manifestar una realidad diferente del hombre / mujer que hemos creído ser.

Las premisas sobre el ser humano

Conocer al hombre y la mujer, observar cómo son nuestras materias-vehículos, es la puerta de acceso al escenario individual al que la conciencia del ser ha de enfrentarse.

El ser humano -es decir, nosotros-, es perezoso, interesado, infantil, inconstante, fácilmente influenciable, etc. Todo lo que podamos decir del ser humano se puede resumir en que es un ser contradictorio. Lo que dice sentir se contradice con lo que hace. Hay un problema en la traducción de sus emociones cuando se densifican en los hechos. (Esa deficiencia es la que pretendemos tratar). ‘Por sus hechos los conoceréis’, nos dicen los textos considerados sagrados (en nuestra cultura religiosa) cuando nos hablan de los seres congruentes que han superado las contradicciones y han ceñido sus procesos mentales, emocionales y físicos, a la autoridad de la conciencia. Así que, se podría decir que el buscador, en tanto que cuerpo-templo que va al encuentro de su ser, lo que inconscientemente manifiesta es una tendencia a superar dicho estado contradictorio. Profundizando esto, diremos que el buscador aspira a restar jurisdicción, dominio, a su materia-cuerpo, para entregar esa potestad a la conciencia.


Escenarios de la CONCIENCIA

El término ‘conciencia’ podemos entenderlo desde la siguiente definición: conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, sobre su existencia y su relación con el mundo. Profundizando en ella, diremos que es válido añadir que implica el conocimiento detallado y real de algo, así como la capacidad para discernir entre el bien y el mal. Conciencia es una cebolla en sí misma, a la que debemos observar capa a capa.
Digamos que el ser humano posee una pobre conciencia de sí mismo. Todos los factores culturales (provenientes de los siguientes ámbitos: cultura, sociedad, economía, ciencia, religión y política) dan forma a la concepción que el individuo tiene de él mismo y su relación con toda la creación. Factores que giran alrededor del hombre, como ruedas de fijación que le impiden formular una nueva definición de sí mismo.
El hombre común es igual a generoso consumidor, creyente que no hace preguntas, votante fascinado por la retórica de su líder, riguroso contribuyente, complaciente ciudadano, trabajador en penitencia, entretenido televidente, recitador de los mantras científicos, confiado padre que delega la educación de sus retoños, pasional forofo de su equipo deportivo, patriota de su bandera, seguidor entusiasta de sus ídolos, devoto practicante de ritos públicos en los que las imágenes representan a su divinidad…
Huelga decir que el ser humano es mucho más que todo eso, aunque difícil sería lograr una definición que no englobase varias de estas expresiones.
En definitiva, somos lo que cada uno de los ámbitos antes expuestos desea que seamos. Representamos, en tanto que seres complacientes que desean adecuarse a lo establecido, los roles que más convienen a otros. Unos ‘otros’ que bien podrían no sólo ser el establecimiento evidente, sino el oculto.

El Sistema de Control

Sistema de Control es una expresión acuñada por el astrónomo, informático y ufólogo francés Jacques Vallée, que se podría definir como el mecanismo –natural o artificial, creado por inteligencia suprahumana- que rige a niveles de sociopsicología a los habitantes del planeta Tierra. Dentro de ese control estarían añadidos los fenómenos paranormales, tales como los ovnis y las manifestaciones de inteligencias no humanas.
El Sistema de Control (SC) actuaría sobre el inconsciente colectivo, mediante una estructura global física, que no sería otra que los ámbitos que acabo de enumerar más arriba. Este esqueleto organizativo mundial tendría, a juzgar por lo evidente, una configuración cuyo propósito no es beneficioso para el ser humano. Todo lo contrario, la humanidad (que es en los términos en que debe ser analizado el fenómeno) aparece sin posibilidad de abstraerse de la materia y las doctrinas filosóficas (seguidas masivamente) que le ofrecen una definición de sí misma carente de verdaderos y útiles instrumentos para crear disidencia.
El propósito de esa disidencia no sería, en principio, sino obtener una posición más objetiva y reflexiva para el individuo que desea entender qué motivaciones y sentidos se esconden tras todas las manifestaciones del ser humano en la materia. Volvemos a la definición de conciencia: Si la gravedad que el SC ejerce –a niveles inconscientes- sobre la mente del ser humano, es brutal (en tanto que irreflexiva y socialmente aceptada), ¿cómo no vamos a tener una pobre conciencia, un pobre conocimiento, de nosotros mismos?
Descartamos, pues, que el hombre posea un conocimiento detallado y real de cómo y quiénes han configurado (más allá de él mismo) su mundo mental y su mundo físico. La cebolla, como figura del conocimiento, deberá esperar a ser analizada –capa a capa- hasta que el ser humano obtenga los requisitos necesarios para ello.
Y entre esos requerimientos tenemos, cómo no, aquellos elementos que el SC ha tomado para sí (caso del tiempo físico), o ha evitado su cultivo (sentido crítico, espiritualidad individual) por todos los medios, pues no le convenía a sus aspiraciones de control.
Se comprende que si el individuo no dispone de tiempo (vive para generar ingresos que antes de ser recibidos ya son débitos) y, como consecuencia de no realizar una planificación adecuada a la realidad (SC) se ve creando una nueva familia, cuyos potenciales vástagos no podrá educar directamente (generosamente lo hará el SC), la rueda de la ignorancia es difícil de ser frenada.
¿Os imagináis vivir en una prisión sin haber cometido delito alguno, sin tiempo material o estímulo para aspirar a salir de ella, creando dentro nuevos cachorros que no podréis educar para que aspiren a lo mismo, pues estaréis hipotecados dieciocho años en obtener su sustento material y el vuestro? Tal vez os parezca un ejemplo radical. A mí me parece muy habitual, muy real.
¿Quiénes habría establecido el SC?
En principio, conviene saber que la hipótesis del SC no es nueva. Primero los gnósticos (más de dos mil años atrás), luego los cátaros (siglo X), hablaban de un mundo material regido por el Demiurgo, un ente que crea en oposición al cosmos y sus leyes.
La tendencia del hombre a personificar, a limitar, podría ser el motivo por el que esas dos corrientes filosóficas redujeron a un solo ente (lo mismo que otros describen a la Fuente Creadora como un señor barbudo de cabello cano) lo que, posiblemente, sea una raza o civilización nada divina, pero más capacitada que nosotros para operar sobre la materia.
Los conocemos a través de múltiples nombres:
Imanujela (Los señores que han venido. Muy similar a Emmanuel, que en hebreo significa El señor –Dios- está con nosotros), Zuswazi (Etnia Bambara, oeste África), Imbulu (Sudáfrica), Chitauri (Lengua bantú, hemisferio sur africano. Los que dictan la ley. Dioses lagarto, forma cambiante), Arconte (gnosticismo cristiano), Ikuyas (Amazonía). Los Dogones (Mali) los consideraban dioses instructores bajados de Sirio, dioses vampiros. En Egipto vemos a la serpiente como un icono protector en las cabezas de los faraones. En la cultura maya tenemos a Qutzalcoatl. En Génesis es una serpiente quien provoca la caída en desgracia del ser humano.
Ese mismo mensaje que nos llega desde el gnosticismo lo obtenemos en los últimos años, a través de numerosos testimonios –inconexos entre sí-, que más allá de las particularidades, coinciden en un punto: el intervencionismo cósmico.
Un intervencionismo que operaría con un objetivo: neutralizar el acceso del ser humano a la conciencia, a su propia conciencia. ¿Qué motiva ese interés? Pues echémosle un vistazo a todas las mitologías, y a la sed de sangre de sus dioses. Algunas mitologías tienen tal pedigrí que son creencias sagradas. Pero el comportamiento de esos dioses no varía: sangre, división, sumisión, dependencia. No ha nacido aun el dios que no sea religioso, patriotero, rupestre. Todos quieren templo, grupo, rito, dolor, miedo. No ha nacido el dios que ceda su asiento a la diosa vestida de sol…
Todo ello nacerá con el parto de la conciencia, en cada cuerpo dispuesto a retirar la gravedad que lo encadena a la tierra, para recolocarla en un único punto, cósmico, que una al ser humano con su naturaleza original, vía interior. Hasta entonces, hasta que la Vida y la Conciencia se abran paso –sin humana compasión-, nos queda el tiempo de análisis externo y constante introspección.
¿Existe alguna relación directa entre el despertar de la conciencia, un conocimiento más explícito de la existencia de inteligencia extraterrestre (y el SC), y los procesos cósmicos que estamos experimentando?
Los indicios nos conducen a ese escenario de convergencias.

Dentro de la exo-ciencia existen varias ramificaciones realmente útiles a la hora de vertebrar la materia de la conciencia.
Mencionar tres que me parecen imprescindibles para la mejor comprensión del mapa.

El resto de disciplinas no mencionadas también son de peso, pero para el asunto que nos ocupa, las siguientes sirven perfectamente como material introductorio:

  • La exo-psicología es una disciplina que se encarga del estudio de la preparación psicológica humana para la interacción extraterrestre. Y se pregunta: ¿Qué evolución debe experimentar nuestra mente y cultura, para lograr comprender la verdadera dimensión de todo lo que deriva de no ser la única inteligencia de la creación?

  • La exo-conciencia se enfoca en el análisis del vínculo entre nuestra conciencia y la conciencia cósmica. Y, entre otras muchas cuestiones, se pregunta: ¿Está el ser humano experimentando la eclosión de su conciencia cósmica, en tanto que somos seres vinculados a otros entes?

  • Finalmente, la exo-política, nos aporta el estudio de los aspectos políticos de la interacción entre la humanidad y las diversas inteligencias extraterrestres.

Estas tres ciencias y sus respectivas aspiraciones convergen –como nunca antes- en la actualidad. Lógicamente, el cimiento de todas ellas es la existencia de la inteligencia extraterrestre.

Y, aunque esta premisa esté sostenida sobre sólidas pruebas, se entenderá que este trío de disciplinas tiene en el paradigma cultural imperante su más grande obstáculo. La mediocre y limitada cultura global acepta, a lo sumo, la existencia de una inteligencia sobrehumana, a la que ha llamado ‘Dios’. Esa es una creencia que, con múltiples peculiaridades, es compartida por el 80 % de la humanidad. De ese porcentaje, el 52 % agrupa a las tres grandes religiones monoteístas (Oxford University Press, 2001).

Se diría que el sacrosanto terreno de la religión, es el espacio acotado al que se ve relegado el espinoso asunto de la inteligencia extraterrestre. Pero no es así.
La realidad es que, aunque el hecho religioso es –en su esencia y génesis- una interpretación cultural del fenómeno extraterrestre (tanto en sus orígenes, casuística, e implicaciones socioculturales), este último no goza del halo de respetabilidad del primero.
El hecho extraterrestre, aunque sea de unas implicaciones tremendas en todos los aspectos que lo vinculan al ser humano, forma parte de la cultura pop.
La concepción que nuestras mentes tienen de la inteligencia extraterrestres es -más allá de toda otra consideración- dramática, si tenemos en cuenta que las claves para comprender el estancamiento evolutivo de la humanidad, probablemente residen en el tema en cuestión, y en la no reconocida vinculación del mismo con la cultura religiosa.
Por la vía de las exo-ciencias (las ciencias que estudian lo que hay ahí ‘fuera’), se puede exponer -sin complejos- varios temas relevantes, enlazados unos a otros de manera complicada y que, sin embargo, el lector profano podría considerar como inconexos.
Más aun, podría pensarse que la conciencia nada tiene que ver con esos temas o fenómenos que paso a enumerar:

Historia.

La construcción de todo lo que hemos venido en llamar historia humana, bien podría ser el diseño de ciertas inteligencias no humanas. Ese recorrido de miles de años nos habla de unas civilizaciones terrestres que, si bien alcanzan un alto nivel técnico, mantienen hasta el presente un patrón insuperado: no se desarrolla en ellas una conciencia madura que libere al ser humano del atavismo y el orden piramidal.
Entre las motivaciones que habrían llevado a esos ‘diseñadores’ a crear una estructura (sostenida en dos pilares: tendencia al materialismo, y sustitución de la espiritualidad por el mito religioso) claramente opresiva, tenemos una que, si bien podría resultar fantasiosa, es mencionada ya en textos antiguos: los seres humanos son esclavos de ciertas entidades a los que esa literatura denomina como diseñadores, genios, arcontes, dioses o ángeles…
La estructura sobre la que se levantan los cultos religiosos grupales podría explicar, en parte, las motivaciones de esos seres para con nosotros.

Consciencia de sí mismo.

El ser humano carece de consciencia de sí mismo, como ente integrante de una creación cósmica. La información que maneja parte de relatos mitológicos en los que se explica que el estatus del hombre es producto de un determinado episodio de intervencionismo extraterrestre. Entre esos textos encontramos claves que indicarían que el camino de la reintegración en el cosmos evolutivo, está en adquirir conciencia sobre la verdadera naturaleza (espiritual) del ser humano, el capítulo del intervencionismo, y la estructura premeditadamente involucionista del sistema en el que vivimos.

En última instancia, todos los ámbitos de la vida humana, desde la familia, hasta el sistema educativo, pasando por la economía, la política, la ciencia, están encaminados a conservar una estructura básica de ignorancia y dependencia que, precisamente, originarían un determinado estado vibratorio, acorde a las necesidades de los diseñadores del sistema. Entre esas necesidades se encontrarían la alimenticia: esos entes se alimentarían de ciertas energías emanadas por el hombre, en estados emotivos muy concretos.

El sistema lo impregna todo.

A medida que el individuo comienza a hurgar en los contenidos culturales del sistema, acaba llegando a la conclusión de que las raíces del programa operativo del sistema (en el inconsciente humano), llegan mucho más allá de lo que podría imaginarse; consecuentemente, adquirir conciencia sobre sí mismo, es una labor cuyos resultados sólo se obtienen mediante el cuestionamiento de todas las manifestaciones de ese programa operativo.
Falta decir que el descondicionamiento al que aspira el individuo que pretende hallar esa conciencia, es un trabajo de introspección constante.
A menudo, el interesado confunde ‘información’ con ‘conciencia’. Si bien la información sobre las causas probables del condicionamiento, y el modo en que este actúa en la sociedad, es información útil, no debe confundirse con la ‘conciencia’, que es un proceso individual de digestión y maduración de todos esos datos (junto a nuestra propia labor introspectiva, encaminada a romper con las contradicciones), que debe tomar forma en la cristalización progresiva de una visión más completa, objetiva y libre de la realidad.
En conclusión: Ante las numerosas canalizaciones, teorías antiguas y actuales, y experiencias particulares, que nos cuentan –de forma abreviada e infantil- lo que podría ser el origen del ser humano, ¿sirve de algo todo ese material si no acaba demoliendo nuestra pasividad y generando el interés por desprogramar nuestra mente?
Si el ser humano es pensamiento (habitualmente insano, pero pensamiento) que toma forma en la materia-cuerpo, ¿entenderemos que nuestra incorporación al cosmos evolutivo debe partir por reconducir nuestra gravedad (individual), llevándola desde la materia hasta lo impalpable, que es interior y conecta al hombre con el cosmos? ¿Comprenderemos que ello no se logra simplemente con estados emotivos alterados (estimulados exteriormente), sino con un profundo cuestionamiento de los mismos, con una reestructuración de prioridades, con la aceptación de nuestras responsabilidades?
Dicho en otros términos: No es más consciente de su realidad quien levita, rompe los límites del espacio-tiempo, visita lugares sagrados, se alimenta de vegetales, habla bonito y con elocuencia. Sí lo es quien se cuestiona a sí mismo, y siempre duda de los atajos y senderos sencillos. Sí logra acceder a esa conciencia quien se abstrae de los triviales y vanos escenarios físicos por los que se distrae al ser humano, y se neutraliza la opción evolutiva.

Una vez más, la consulta que nos hace la exo-psicología: ¿Qué evolución debe experimentar nuestra mente y cultura, para lograr comprender la verdadera dimensión de todo lo que deriva de no ser la única inteligencia de la creación?

martes, 2 de julio de 2013

Introducción a la CONCIENCIA

La historia nos enseña que ningún cambio trascendente proviene de las cúpulas, sino de las bases. Unas bases doloridas, sensibles y despiertas que siempre han ido por delante de las raíces atávicas que han mantenido –hasta el presente- unido al ser humano al mito. Entender por mito al conjunto de creencias e imágenes que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y le convierten en modelo o prototipo. Y aunque podría parecer que no es así, el mito campa a sus anchas en nuestra cultura global, más allá del espacio religioso.
Seguro que la voz de un experto confirmaría que la propensión humana al mito (ya sea en la política, ciencia, cultura, religión, etc.) se debe a la inmadurez en la que invariablemente hemos estado sumidos. Podríamos decir que todo ello es producto de nuestro analfabetismo espiritual, a la ausencia de una cultura espiritual sobre nosotros mismos.
Ese analfabetismo espiritual es generado desde la pereza del ser humano (entretenido en otros quehaceres inmediatos, precisamente originados –en la mayoría de las ocasiones- por su inmadurez), y por la inteligente acción del quienes crean religiones grupales en las que el ser humano siempre tiene una posición desventajosa.
Será, pues, fácil de comprender que si en las cuestiones más elementales (quién soy y qué hago aquí, cuál es mi relación con el creador/a, etc.) existe una perversa falta de instrucción que estimule a la formulación de todo tipo de cuestiones, en el resto de ámbitos cotidianos, el proceder es –desgraciadamente- muy similar. En definitiva, no crecemos educados para cuestionar, para subvertir, sino para acoplarnos a lo establecido, para acatar y aceptar respuestas que se confeccionaron por las manos y las voces de quienes recibieron la bendición del poder.
Los tiempos de la humanidad pueden ser cambiantes e ir ‘quemando’ etapas, pero el hecho mitológico permanece con insistencia. A veces disfrazado de admiración a un personaje (no solamente del mundo de espectáculo), de apoyo a una causa injustificable, de participación en una sangrienta tradición, en un ritual religioso de sumisión. Más sofisticadamente, en los salones donde se mezcla el dinero con la geoestrategia, la tecnología, la salud, el cosmos, el mito adquiere otro disfraz, y se viste de impecable señor que pocos se atreven a contradecir, so pena de ser calificados de desleales, locos, etc.

El poder nunca ha sido generoso, ni flexible a las exigencias de los tiempos críticos, y las bases que son la avanzadilla lo saben. Bases que -no obstante-, dadas las características especiales del momento histórico en el que nos encontramos, parecen no haber entendido bien que su proceso del sistema debe comenzar por un reflexivo cuestionamiento del procedimiento crítico que aplican.
Y deben serlo porque esos procedimientos, no pocas veces, son articulados de manera irreflexiva, viciados por la cultura residual de tantos y tantos años de condicionamiento por parte del mito:

*Si aparece una nueva ciencia que trata de abarcar otras y unificar campos que expliquen fenómenos de diversa naturaleza, ésta es tachada de engaño.

*Si se habla de inteligencia no-humana se responde con una mueca burlona y se descarta toda seriedad en la investigación. En otros casos, cuando el fenómeno de inteligencia extraterrestre ya ha sido asimilado, la respuesta inmediata es acusar de connivencia con los enemigos del género humano.

*Cuando se pone en duda algún dogma religioso, el que cuestiona es calificado como anticlerical trasnochado. Si es en el terreno político y se recela de las versiones oficiales, entonces habrá que aceptar que se nos acuse de defender el islamismo radical…

En definitiva, todo intento por conmocionar, por agitar la perspectiva asentada de la realidad, es contestado desde un irracional prejuicio.
Todas esas respuestas ‘rebote’ (inmediatas, reactivas, imprudentes) no son sino pobres reacciones emocionales defensivas del orden establecido, que toman forma en contenidos intelectuales endebles, de resistencia al conocimiento. Es, ni más ni menos, que una acción de blindaje por parte del propio sistema, que tiene en todos sus individuos (mientras no se realice un descondicionamiento), su mejor defensa.


Por desgracia, para los fieles creyentes en los dogmas académicos, de la curia, de la retórica política, la verdad es indomable y no consiente que se la encajone por mucho tiempo.

Y la verdad tomó forma de conciencia individual, con aspiraciones globales. Una conciencia eternamente soltera e independiente. Una conciencia que empuja al individuo a emprender el camino de la introspección, donde puedan ser detectados esos fantasmas de analfabetismo que nos llevan a condenar todo intento por romper los grilletes del inmovilismo, la ignorancia. Porque el propósito de la conciencia no es rendir pleitesía a otros, sino defender la causa de la evolución del hombre y la mujer.

No hay más.

Una conciencia que espanta el miedo al futuro, que discierne, que desea que el ser humano sea reflexivo antes de proceder. Conciencia no entiende de rivalidades, ni de perezas. Mucho menos de complacencia con los parámetros cómodamente establecidos. Me gusta describir a Conciencia, así, con mayúsculas, como una señora de cabello cano imposible de engañar, inconformista.

Sí, lo quiere todo.

Todo lo que le pertenece, que es todo. Porque la materia ya ha experimentado por sí sola que, sustituyendo a la noble señora por el mito incuestionable (en todas sus variadas formas), progreso, lo que se dice progreso, no habrá.

Conciencia propone que el ser humano deje de mirarse su carnal ombligo, y que considere el lugar que quiere ocupar en toda la creación. Y que ocupe ese lugar con completa responsabilidad.

Se desea que recupere la capacidad de observación, mutilada por años de soberanía cedida en que otros observaban por nosotros. Ella quiere que dejemos que pervertir el lenguaje, pues somos víctima suya.
Aspira, Conciencia, a que dinamitemos la mal llamada ‘realidad’, y que hagamos conjeturas serias sobre los escenarios confluentes que tenemos por delante:

  1. Un planeta en crisis. El término ‘crisis’, aunque le hayamos añadido un halo emocional negativo, es cambio y oportunidad. Y vistas las condiciones en las que la humanidad se ha desenvuelto en los últimos milenios, toda crisis debiera ser bienvenida. En definitiva, un sistema cuyo guión parece agotado.
  2. Un innegable incremento de la actividad relacionada con el fenómeno de la inteligencia no-humana y sus objetos volantes.
  3. La entrada en un ciclo cósmico –al menos a niveles galácticos- que se acaba expresando directamente en la materia terrestre y humana. Sus consecuencias las llevamos experimentando desde hace unos años, puede que incluso -a niveles sutiles- en el surgimiento de la conciencia.

Todos estos elementos –que no son poca cosa- son motivos más que suficientes para partir de una premisa: olvidamos que aprender no es cosa de la escuela, sino de toda la vida. Aprender a aprender significa no partir desde la hostilidad, ni desde la apatía o el conformismo. Aprender, como nunca antes necesario, es observar -desde la soltería cultural- con extremo detenimiento; aprender es vivir.