domingo, 7 de julio de 2013

Escenarios de la CONCIENCIA

El término ‘conciencia’ podemos entenderlo desde la siguiente definición: conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, sobre su existencia y su relación con el mundo. Profundizando en ella, diremos que es válido añadir que implica el conocimiento detallado y real de algo, así como la capacidad para discernir entre el bien y el mal. Conciencia es una cebolla en sí misma, a la que debemos observar capa a capa.
Digamos que el ser humano posee una pobre conciencia de sí mismo. Todos los factores culturales (provenientes de los siguientes ámbitos: cultura, sociedad, economía, ciencia, religión y política) dan forma a la concepción que el individuo tiene de él mismo y su relación con toda la creación. Factores que giran alrededor del hombre, como ruedas de fijación que le impiden formular una nueva definición de sí mismo.
El hombre común es igual a generoso consumidor, creyente que no hace preguntas, votante fascinado por la retórica de su líder, riguroso contribuyente, complaciente ciudadano, trabajador en penitencia, entretenido televidente, recitador de los mantras científicos, confiado padre que delega la educación de sus retoños, pasional forofo de su equipo deportivo, patriota de su bandera, seguidor entusiasta de sus ídolos, devoto practicante de ritos públicos en los que las imágenes representan a su divinidad…
Huelga decir que el ser humano es mucho más que todo eso, aunque difícil sería lograr una definición que no englobase varias de estas expresiones.
En definitiva, somos lo que cada uno de los ámbitos antes expuestos desea que seamos. Representamos, en tanto que seres complacientes que desean adecuarse a lo establecido, los roles que más convienen a otros. Unos ‘otros’ que bien podrían no sólo ser el establecimiento evidente, sino el oculto.

El Sistema de Control

Sistema de Control es una expresión acuñada por el astrónomo, informático y ufólogo francés Jacques Vallée, que se podría definir como el mecanismo –natural o artificial, creado por inteligencia suprahumana- que rige a niveles de sociopsicología a los habitantes del planeta Tierra. Dentro de ese control estarían añadidos los fenómenos paranormales, tales como los ovnis y las manifestaciones de inteligencias no humanas.
El Sistema de Control (SC) actuaría sobre el inconsciente colectivo, mediante una estructura global física, que no sería otra que los ámbitos que acabo de enumerar más arriba. Este esqueleto organizativo mundial tendría, a juzgar por lo evidente, una configuración cuyo propósito no es beneficioso para el ser humano. Todo lo contrario, la humanidad (que es en los términos en que debe ser analizado el fenómeno) aparece sin posibilidad de abstraerse de la materia y las doctrinas filosóficas (seguidas masivamente) que le ofrecen una definición de sí misma carente de verdaderos y útiles instrumentos para crear disidencia.
El propósito de esa disidencia no sería, en principio, sino obtener una posición más objetiva y reflexiva para el individuo que desea entender qué motivaciones y sentidos se esconden tras todas las manifestaciones del ser humano en la materia. Volvemos a la definición de conciencia: Si la gravedad que el SC ejerce –a niveles inconscientes- sobre la mente del ser humano, es brutal (en tanto que irreflexiva y socialmente aceptada), ¿cómo no vamos a tener una pobre conciencia, un pobre conocimiento, de nosotros mismos?
Descartamos, pues, que el hombre posea un conocimiento detallado y real de cómo y quiénes han configurado (más allá de él mismo) su mundo mental y su mundo físico. La cebolla, como figura del conocimiento, deberá esperar a ser analizada –capa a capa- hasta que el ser humano obtenga los requisitos necesarios para ello.
Y entre esos requerimientos tenemos, cómo no, aquellos elementos que el SC ha tomado para sí (caso del tiempo físico), o ha evitado su cultivo (sentido crítico, espiritualidad individual) por todos los medios, pues no le convenía a sus aspiraciones de control.
Se comprende que si el individuo no dispone de tiempo (vive para generar ingresos que antes de ser recibidos ya son débitos) y, como consecuencia de no realizar una planificación adecuada a la realidad (SC) se ve creando una nueva familia, cuyos potenciales vástagos no podrá educar directamente (generosamente lo hará el SC), la rueda de la ignorancia es difícil de ser frenada.
¿Os imagináis vivir en una prisión sin haber cometido delito alguno, sin tiempo material o estímulo para aspirar a salir de ella, creando dentro nuevos cachorros que no podréis educar para que aspiren a lo mismo, pues estaréis hipotecados dieciocho años en obtener su sustento material y el vuestro? Tal vez os parezca un ejemplo radical. A mí me parece muy habitual, muy real.
¿Quiénes habría establecido el SC?
En principio, conviene saber que la hipótesis del SC no es nueva. Primero los gnósticos (más de dos mil años atrás), luego los cátaros (siglo X), hablaban de un mundo material regido por el Demiurgo, un ente que crea en oposición al cosmos y sus leyes.
La tendencia del hombre a personificar, a limitar, podría ser el motivo por el que esas dos corrientes filosóficas redujeron a un solo ente (lo mismo que otros describen a la Fuente Creadora como un señor barbudo de cabello cano) lo que, posiblemente, sea una raza o civilización nada divina, pero más capacitada que nosotros para operar sobre la materia.
Los conocemos a través de múltiples nombres:
Imanujela (Los señores que han venido. Muy similar a Emmanuel, que en hebreo significa El señor –Dios- está con nosotros), Zuswazi (Etnia Bambara, oeste África), Imbulu (Sudáfrica), Chitauri (Lengua bantú, hemisferio sur africano. Los que dictan la ley. Dioses lagarto, forma cambiante), Arconte (gnosticismo cristiano), Ikuyas (Amazonía). Los Dogones (Mali) los consideraban dioses instructores bajados de Sirio, dioses vampiros. En Egipto vemos a la serpiente como un icono protector en las cabezas de los faraones. En la cultura maya tenemos a Qutzalcoatl. En Génesis es una serpiente quien provoca la caída en desgracia del ser humano.
Ese mismo mensaje que nos llega desde el gnosticismo lo obtenemos en los últimos años, a través de numerosos testimonios –inconexos entre sí-, que más allá de las particularidades, coinciden en un punto: el intervencionismo cósmico.
Un intervencionismo que operaría con un objetivo: neutralizar el acceso del ser humano a la conciencia, a su propia conciencia. ¿Qué motiva ese interés? Pues echémosle un vistazo a todas las mitologías, y a la sed de sangre de sus dioses. Algunas mitologías tienen tal pedigrí que son creencias sagradas. Pero el comportamiento de esos dioses no varía: sangre, división, sumisión, dependencia. No ha nacido aun el dios que no sea religioso, patriotero, rupestre. Todos quieren templo, grupo, rito, dolor, miedo. No ha nacido el dios que ceda su asiento a la diosa vestida de sol…
Todo ello nacerá con el parto de la conciencia, en cada cuerpo dispuesto a retirar la gravedad que lo encadena a la tierra, para recolocarla en un único punto, cósmico, que una al ser humano con su naturaleza original, vía interior. Hasta entonces, hasta que la Vida y la Conciencia se abran paso –sin humana compasión-, nos queda el tiempo de análisis externo y constante introspección.
¿Existe alguna relación directa entre el despertar de la conciencia, un conocimiento más explícito de la existencia de inteligencia extraterrestre (y el SC), y los procesos cósmicos que estamos experimentando?
Los indicios nos conducen a ese escenario de convergencias.

Dentro de la exo-ciencia existen varias ramificaciones realmente útiles a la hora de vertebrar la materia de la conciencia.
Mencionar tres que me parecen imprescindibles para la mejor comprensión del mapa.

El resto de disciplinas no mencionadas también son de peso, pero para el asunto que nos ocupa, las siguientes sirven perfectamente como material introductorio:

  • La exo-psicología es una disciplina que se encarga del estudio de la preparación psicológica humana para la interacción extraterrestre. Y se pregunta: ¿Qué evolución debe experimentar nuestra mente y cultura, para lograr comprender la verdadera dimensión de todo lo que deriva de no ser la única inteligencia de la creación?

  • La exo-conciencia se enfoca en el análisis del vínculo entre nuestra conciencia y la conciencia cósmica. Y, entre otras muchas cuestiones, se pregunta: ¿Está el ser humano experimentando la eclosión de su conciencia cósmica, en tanto que somos seres vinculados a otros entes?

  • Finalmente, la exo-política, nos aporta el estudio de los aspectos políticos de la interacción entre la humanidad y las diversas inteligencias extraterrestres.

Estas tres ciencias y sus respectivas aspiraciones convergen –como nunca antes- en la actualidad. Lógicamente, el cimiento de todas ellas es la existencia de la inteligencia extraterrestre.

Y, aunque esta premisa esté sostenida sobre sólidas pruebas, se entenderá que este trío de disciplinas tiene en el paradigma cultural imperante su más grande obstáculo. La mediocre y limitada cultura global acepta, a lo sumo, la existencia de una inteligencia sobrehumana, a la que ha llamado ‘Dios’. Esa es una creencia que, con múltiples peculiaridades, es compartida por el 80 % de la humanidad. De ese porcentaje, el 52 % agrupa a las tres grandes religiones monoteístas (Oxford University Press, 2001).

Se diría que el sacrosanto terreno de la religión, es el espacio acotado al que se ve relegado el espinoso asunto de la inteligencia extraterrestre. Pero no es así.
La realidad es que, aunque el hecho religioso es –en su esencia y génesis- una interpretación cultural del fenómeno extraterrestre (tanto en sus orígenes, casuística, e implicaciones socioculturales), este último no goza del halo de respetabilidad del primero.
El hecho extraterrestre, aunque sea de unas implicaciones tremendas en todos los aspectos que lo vinculan al ser humano, forma parte de la cultura pop.
La concepción que nuestras mentes tienen de la inteligencia extraterrestres es -más allá de toda otra consideración- dramática, si tenemos en cuenta que las claves para comprender el estancamiento evolutivo de la humanidad, probablemente residen en el tema en cuestión, y en la no reconocida vinculación del mismo con la cultura religiosa.
Por la vía de las exo-ciencias (las ciencias que estudian lo que hay ahí ‘fuera’), se puede exponer -sin complejos- varios temas relevantes, enlazados unos a otros de manera complicada y que, sin embargo, el lector profano podría considerar como inconexos.
Más aun, podría pensarse que la conciencia nada tiene que ver con esos temas o fenómenos que paso a enumerar:

Historia.

La construcción de todo lo que hemos venido en llamar historia humana, bien podría ser el diseño de ciertas inteligencias no humanas. Ese recorrido de miles de años nos habla de unas civilizaciones terrestres que, si bien alcanzan un alto nivel técnico, mantienen hasta el presente un patrón insuperado: no se desarrolla en ellas una conciencia madura que libere al ser humano del atavismo y el orden piramidal.
Entre las motivaciones que habrían llevado a esos ‘diseñadores’ a crear una estructura (sostenida en dos pilares: tendencia al materialismo, y sustitución de la espiritualidad por el mito religioso) claramente opresiva, tenemos una que, si bien podría resultar fantasiosa, es mencionada ya en textos antiguos: los seres humanos son esclavos de ciertas entidades a los que esa literatura denomina como diseñadores, genios, arcontes, dioses o ángeles…
La estructura sobre la que se levantan los cultos religiosos grupales podría explicar, en parte, las motivaciones de esos seres para con nosotros.

Consciencia de sí mismo.

El ser humano carece de consciencia de sí mismo, como ente integrante de una creación cósmica. La información que maneja parte de relatos mitológicos en los que se explica que el estatus del hombre es producto de un determinado episodio de intervencionismo extraterrestre. Entre esos textos encontramos claves que indicarían que el camino de la reintegración en el cosmos evolutivo, está en adquirir conciencia sobre la verdadera naturaleza (espiritual) del ser humano, el capítulo del intervencionismo, y la estructura premeditadamente involucionista del sistema en el que vivimos.

En última instancia, todos los ámbitos de la vida humana, desde la familia, hasta el sistema educativo, pasando por la economía, la política, la ciencia, están encaminados a conservar una estructura básica de ignorancia y dependencia que, precisamente, originarían un determinado estado vibratorio, acorde a las necesidades de los diseñadores del sistema. Entre esas necesidades se encontrarían la alimenticia: esos entes se alimentarían de ciertas energías emanadas por el hombre, en estados emotivos muy concretos.

El sistema lo impregna todo.

A medida que el individuo comienza a hurgar en los contenidos culturales del sistema, acaba llegando a la conclusión de que las raíces del programa operativo del sistema (en el inconsciente humano), llegan mucho más allá de lo que podría imaginarse; consecuentemente, adquirir conciencia sobre sí mismo, es una labor cuyos resultados sólo se obtienen mediante el cuestionamiento de todas las manifestaciones de ese programa operativo.
Falta decir que el descondicionamiento al que aspira el individuo que pretende hallar esa conciencia, es un trabajo de introspección constante.
A menudo, el interesado confunde ‘información’ con ‘conciencia’. Si bien la información sobre las causas probables del condicionamiento, y el modo en que este actúa en la sociedad, es información útil, no debe confundirse con la ‘conciencia’, que es un proceso individual de digestión y maduración de todos esos datos (junto a nuestra propia labor introspectiva, encaminada a romper con las contradicciones), que debe tomar forma en la cristalización progresiva de una visión más completa, objetiva y libre de la realidad.
En conclusión: Ante las numerosas canalizaciones, teorías antiguas y actuales, y experiencias particulares, que nos cuentan –de forma abreviada e infantil- lo que podría ser el origen del ser humano, ¿sirve de algo todo ese material si no acaba demoliendo nuestra pasividad y generando el interés por desprogramar nuestra mente?
Si el ser humano es pensamiento (habitualmente insano, pero pensamiento) que toma forma en la materia-cuerpo, ¿entenderemos que nuestra incorporación al cosmos evolutivo debe partir por reconducir nuestra gravedad (individual), llevándola desde la materia hasta lo impalpable, que es interior y conecta al hombre con el cosmos? ¿Comprenderemos que ello no se logra simplemente con estados emotivos alterados (estimulados exteriormente), sino con un profundo cuestionamiento de los mismos, con una reestructuración de prioridades, con la aceptación de nuestras responsabilidades?
Dicho en otros términos: No es más consciente de su realidad quien levita, rompe los límites del espacio-tiempo, visita lugares sagrados, se alimenta de vegetales, habla bonito y con elocuencia. Sí lo es quien se cuestiona a sí mismo, y siempre duda de los atajos y senderos sencillos. Sí logra acceder a esa conciencia quien se abstrae de los triviales y vanos escenarios físicos por los que se distrae al ser humano, y se neutraliza la opción evolutiva.

Una vez más, la consulta que nos hace la exo-psicología: ¿Qué evolución debe experimentar nuestra mente y cultura, para lograr comprender la verdadera dimensión de todo lo que deriva de no ser la única inteligencia de la creación?

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