Imaginemos
que llegamos a concebir que, en efecto, cada uno de nosotros esté encerrado en
una celda mental de una gran prisión. Una vez llegados a ese punto, sólo caben
dos opciones: conformarnos con ello y condicionar nuestra mente y forma de vida
para aceptarlo, o tratar de idear un proyecto realizable para tratar de romper
esos límites, aunque nos vaya la vida en ello. Y puedo asegurar que, si se opta
por esta segunda vía, nos tomará toda la vida realizarlo.
El
primer paso que debe dar un individuo que busca despertar interiormente a la
Vida y la Conciencia (ambas como manifestaciones de una filosofía elevada,
evolutiva), es el del análisis del espacio en el que se encuentra, y que le
sirve como marco de referencia. Un marco que no le satisface, que está en
disonancia (antónimo de armonía) con su personal manera de entender y
experimentar la vida.
Veamos
qué elementos sugerimos para hacer una observación de uno mismo y del
escenario:
La
propuesta
Esta
propuesta didáctica pretende aclarar nuestra mente, aprendiendo a distinguir
entre realidad e irrealidad. Y que esa búsqueda, ese aprendizaje, propicie
mejores condiciones para experimentar la naturaleza espiritual en el
cuerpo-templo. Para ello, lógicamente, se precisa de una actitud determinada.
Denomino
cuerpo-templo, a la parte física de nuestra esencia, de nuestro ser, que es
evidente en este mundo material. Consecuencia inmediata de su integración en el
orden establecido, el cuerpo no es templo de su ser mientras no reúna las
condiciones para ello. Las condiciones se adquieren en la medida en que se
realiza un descondicionamiento (a niveles mentales, emocionales y de
comportamiento) respecto de la influencia que el orden establecido ha tenido
sobre nosotros.
Sugerimos
que el modo de acercarnos al estudio de la realidad sea prudente (con tiempo,
sin precipitación), con ecuanimidad en cuanto a lo intuitivo y lo intelectual.
Y, por último y no menos importante, con flexibilidad para aceptar que en el
proceso de análisis, las conclusiones son siempre variables. La realidad es una
sola, pero a nuestra capacidad de comprensión se le irá exigiendo que cada vez
acepte una mayor complejidad.
Prudencia:
Con permanente y paciente análisis (también respecto al exterior que nos
rodea), en ardua labor de desprogramación, entendiendo que durante años se
condicionó la mente con información que –sin filtrar- iba directamente al
subconsciente. Las mentiras a las que hemos sido sometidos poseen muchas capas,
y no podemos caer en el engaño de creer que la desprogramación mental que
pretendemos es tarea sencilla y rápida. Estamos, si se me permite la analogía,
en una carrera de fondo -de muy larga distancia-, y no en los ‘cien metros
obstáculos’; lo esencial es la actitud en el recorrido, sin pensar en metas,
menos aun inmediatas. Un detalle más: debe haber juego limpio, sin dopajes. Se
entiende, pues, que el temperamento moderado con el que se observa y analiza la
realidad es un elemento primordial.
Ecuanimidad:
(Actitud equilibrada e imparcial) Entendiendo que el lenguaje del ser es
intuitivo, figurado, simbólico, formado por arquetipos. Ni una extrema lectura
literal, ni una confianza extrema en la intuición, sino el punto medio. Una
actitud que no nos permitirá juicios a quienes no participan de nuestra
experiencia. Porque el Sistema de Control es enemigo del hombre y, por mucho
que la inconsciencia pueda ir de la mano de la complicidad, este (el hombre)
padece el Síndrome de Estocolmo que también nosotros hemos experimentado.
Flexibilidad:
Que las conjeturas sobre la realidad en la que estamos no se conviertan en
estáticos dogmas, ni conclusiones a las que nos aferramos ciegamente. Una
hipótesis de trabajo debe servir para permanecer inmutables en nuestro objetivo
(establecimiento del ser en su cuerpo-templo), pero los detalles es material
móvil que deja tras de sí un reguero más de preguntas que de respuestas. En
definitiva, la hipótesis de trabajo se mueve siempre en el punto medio, no
dando nada por sentado o concluido.
El
objetivo primordial, el centro de gravedad alrededor del cual gira esta
propuesta, no fue el pasado año 2012 (repleto de múltiples interpretaciones
sobre lo qué aconteció), sino la opresión actual a la que se ve sometida
nuestra mente y, por ende, nuestra vida cotidiana. Como hemos expresado unas
líneas atrás, el empeño inalterable es lograr el establecimiento, la presencia
constante y continua, del ser que somos en su cuerpo-templo. Que al final
resulta que, en los próximos años se producen cambios externos deseables, bien,
mejor que mejor, pero ocurra lo que ocurra (ante un cambio o ante la
continuidad), que en nosotros esté el ser en toda su plenitud. No es una mera
cuestión de supervivencia ante un hipotético evento futuro, sino de dignidad, y
salud mental y emocional ante el presente.
Si
bien es cierto que hay un conjunto nutrido de elementos que nos pueden hacer
pensar que estamos ante un cambio de paradigma, aun en otras circunstancias no
excepcionales, el buscador tiene motivos más que suficientes que justifican y
estimulan el viaje interior emprendido.
Esta
propuesta está destinada a todo aquel individuo que comparte las dos premisas:
la realidad no es tal como nos la han contado, y estamos viviendo un tiempo
excepcional, de cambios, que exige de nosotros una participación más activa,
propia de individuos emancipados. Indudablemente, en nuestra inactividad reside
la causa de estos tiempos de consecuencias.
Cuando
admitimos nuestra pasada complacencia con este orden establecido opresor, lo
que inmediatamente encontramos es una encrucijada. Porque hay múltiples
maneras, vías, para realizar esa participación más activa. Ante esa
encrucijada, frente a ese variado cruce de caminos, esta propuesta se define
con claridad como un sendero espiritual e individual.
Hay
mucha gente que recién ha emprendido su individual sendero espiritual y, no
obstante, no son conscientes de dónde están. En algunos casos, permanecen
distraídos consumiendo información deliberadamente envenenada; se llega al
erróneo extremo de creer que conocer cierta información es sinónimo de
ejercitar la conciencia de ser. En otros casos, están enfocados a la espera de
que el orden establecido caiga como un castillo de naipes. Ambas posibilidades
los mantiene paralizados.
He
aquí un breve cuento oriental, sobre la indecisión-indefinición, de la mano de
Ramiro Calle:
Había
una vez un río, y a cada lado, en cada orilla, un monasterio; ambos eran
habitualmente visitados por un perro que se había ganado el cariño de los
monjes. Al sonido de campana que anunciaba la hora de comer, el perro acudía a
alimentarse. En una ocasión, mientras el can estaba dándose un chapuzón en
medio del río, escuchó el tañido de campana de uno de los dos monasterios y,
como era habitual, comenzó a dirigirse hacia donde lo alimentarían. En esto,
simultáneamente, también empezó a sonar la campana del monasterio que estaba en
la orilla contraria y el perro, indeciso sobre a cual orilla dirigirse,
desorientado y cansado de moverse a uno y otro lado, perdió sus fuerzas y se
ahogó en medio del río. Ocurrió que su indecisión, su indefinición sobre qué
dirección debía tomar, la pagó cara. (El libro de la Paz, Ramiro Calle)
La
observación del escenario-marco por parte del individuo que despierta a su vida
interior, conduce a dos premisas:
Premisas
que nos ayuden a situarnos en el escenario:
1-Aquello
que llamamos ‘realidad’ no es tal. La realidad, lo que llamamos ‘realidad’, nos
es desconocida. Lo que hemos definido como ‘realidad’ merece una serena y
objetiva redefinición. Y aquellas partes desechadas (la oculta) de dicha definición,
también merecen un estudio sereno y objetivo.
Aunque
la cultura y la técnica humana hayan evolucionado durante los últimos milenios,
la realidad es que el hombre no ha evolucionado, si por evolución entendemos a
un avance en su entendimiento, su objetividad, su integración del ser en su
experiencia terrenal. Marginada la espiritualidad gracias a la religiosidad
grupal, se consolida un racionalismo (la realidad es racional, comprensible a
través de la razón) y un materialismo (tendencia a dar importancia primordial a
los intereses materiales) que se dan de bruces con sus propias limitaciones
congénitas.
2-Estamos
viviendo un tiempo excepcional, un período de cambios. Tal como el mundo
funciona (piramidalmente), hemos de admitir que desconocemos la realidad de lo
que sucede y se nos cuenta (servicios secretos, motivos ocultos, decisiones de
las jerarquías, etc). El poder en la cima de la pirámide no alienta el
pensamiento crítico, sino el conformismo.
Consecuencia
de la percepción que muchas personas, alrededor del mundo, tienen de esos dos
puntos, se están desarrollando diversos movimientos que tienen un punto en
común: cambio. Eso se traduce en variaciones a la hora de concebir qué es la
realidad. Y parece que con un elemento que también es universal, consistente en
la desconfianza hacia todo lo establecido, ya sea en ámbitos económicos,
políticos, sociales, científicos, religiosos y culturales.
Parece,
pues, que todos esos movimientos tienen un objetivo común, consistente en
cuestionar y subvertir la realidad aparente, tratando de hacerla más humana,
justa, real, libre, etc.
Nuestra
percepción nos hace ver que nunca antes han confluido tantos factores globales,
tantos signos fatales, que nos hagan pensar que nos encontramos ante lo que
popularmente se conoce como ‘Final de los Tiempos’ o cambio de era. Podría
decirse que, si bien toda la historia humana está marcada por el término
‘conflicto’, nuestro tiempo lo está de forma más evidente. Así mismo, parece
que los descontentos (que los ha habido siempre) han optado en esta ocasión por
no plegarse a las vías habituales para expresarse y fortalecer sus demandas.
Parecieran incómodos y desilusionados con esos medios ya establecidos, y se
deciden por mantener una autonomía muy característica que, en realidad, es
concomitante con la conciencia del ser.
No
obstante, ante esa realidad cambiante a ritmos tan acelerados, tenemos la
libertad de percibir que el proceso en que estamos inmersos no es tan
catastrófico como a primera vista parece, sino que podemos observarlo desde la
óptica de las oportunidades. Vivimos un tiempo de oportunidad para no
aferrarnos a lo viejo conocido y emprender el paso hacia lo nuevo y
desconocido.
Dicho
esto, conviene matizar que, en tanto que las circunstancias externas son las que
son, y que nuestra mente está profundamente condicionada (y atrofiadas nuestras
capacidades originales) por el pensamiento ambiente y la cultura residual,
hemos de partir de la base de que la realidad siempre nos será enteramente
desconocida, al menos desde el prisma del cuerpo que nos permite movernos en
esta densidad.
Todo
esfuerzo por describir la realidad es insuficiente; se quedará en un ejercicio
aproximativo, aunque resultará suficientemente práctico para desarrollar el
objetivo primordial propuesto: reestructurar nuestra relación con la realidad
de nuestro entorno, y propia, sobre los dictados del ser que somos. Se
entenderá si digo que estamos tratando se describir cómo es un polígono en una
hoja de papel, en un dibujo infantil de dos dimensiones.
Si
hacemos ese esfuerzo por describir la realidad suprarracional con un máximo de
objetividad, no es sino por lograr un modelo comprensivo y práctico que
facilite la toma de decisiones encaminadas a manifestar una realidad diferente
del hombre / mujer que hemos creído ser.
Las
premisas sobre el ser humano
Conocer
al hombre y la mujer, observar cómo son nuestras materias-vehículos, es la
puerta de acceso al escenario individual al que la conciencia del ser ha de
enfrentarse.
El
ser humano -es decir, nosotros-, es perezoso, interesado, infantil,
inconstante, fácilmente influenciable, etc. Todo lo que podamos decir del ser
humano se puede resumir en que es un ser contradictorio. Lo que dice sentir se
contradice con lo que hace. Hay un problema en la traducción de sus emociones
cuando se densifican en los hechos. (Esa deficiencia es la que pretendemos
tratar). ‘Por sus hechos los conoceréis’, nos dicen los textos considerados
sagrados (en nuestra cultura religiosa) cuando nos hablan de los seres
congruentes que han superado las contradicciones y han ceñido sus procesos
mentales, emocionales y físicos, a la autoridad de la conciencia. Así que, se
podría decir que el buscador, en tanto que cuerpo-templo que va al encuentro de
su ser, lo que inconscientemente manifiesta es una tendencia a superar dicho
estado contradictorio. Profundizando esto, diremos que el buscador aspira a
restar jurisdicción, dominio, a su materia-cuerpo, para entregar esa potestad a
la conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario