En la espiritualidad moderna, se habla mucho acerca del “ego”. Yo no me enfoco mucho en el ego, como he visto a muchas personas atrapadas en el esfuezo de pelear contra él o tratando de destruirlo. Esto proviene de un error muy común: la idea de que el ego es intrínsecamente malo, o incluso el mal.
No hay nada malo con el ego. Es sólo una protección. El ego es la personalidad individual, las máscaras y defensas que usamos para ocultar nuestra inseguridad. Para explicar esto, a menudo uso la analogía siguiente:
Imagina que eres un huevo. En el interior está un águila bebé. Este águila representa el amor-conciencia, tu verdadero yo, tu potencial pleno. Sin embargo, no sabemos que ese águila existe; por ahora, somos sólo un huevo. La cáscara representa al ego. La función de la cáscara del huevo es proteger aquello que aún no está maduro, escudar al águila bebé del mundo, hasta que esté listo. Esta cubierta puede presentarse como falso orgullo o arrogancia, como inseguridad o humildad fingida.
El ego es la voz que nos dice que hay algo malo con nosotros, que debemos ser diferentes. Es la voz que siempre está tirándonos hacia abajo, que nos mantiene pequeños, dubitativos, desconfiados o preocupados. Pero, ¿hay algo malo con la cáscara de huevo? No. Sólo está haciendo su trabajo, proporcionando la protección necesaria hasta que el águila haya crecido fuerte. Cuando el águila bebé es lo suficientemente grande, se empieza a resquebrajar la cáscara. Lo mismo ocurre cuando nuestra conciencia comienza a expandirse: de pronto el águila es demasiado grande, para ser mantenido en las limitaciones del ego, y éste comienza a deshacerse naturalmente.
En tu viaje hacia el despertar, no trates de destruir el ego o luchar contra él; en lugar de eso, enfócate en el cultivo del águila en tu interior. Cuando tu conciencia haya madurado, el ego se desprenderá naturalmente, sin ningún esfuerzo por tu parte, porque ya no queda nada que proteger.
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